viernes, 7 de febrero de 2014

EL NIÑO DE LA BICICLETA ROJA



  HOY  NOS HA VISITADO JAVIER, EL PAPÁ DE FELIPE. HA VENIDO A LEERNOS UNA BONITA HISTORIA SOBRE SU INFANCIA, LO QUE HA DADO LUGAR A UN PEQUEÑO INTERCAMBIO DE EXPERIENCIAS.  DESPUÉS DE DARLE UN GRAN APLAUSO, SE LO HEMOS AGRADECIDO CANTÁNDOLE "EL ROMANCE DEL CONDE OLINOS".
AQUÍ LA TENÉIS.



Nací en una bonita ciudad de provincias pero mis padres, emigrantes, eran de un pequeño pueblo cercano y así, a caballo entre estas dos realidades pasé mi querida infancia. En el pueblo vivían mis abuelos, por eso cada fin de semana, dia de fiestas o en vacaciones íbamos a verles y pasábamos largas temporadas. Era un lugar mágico, especial, diferente ;un lugar donde la gente te hacia preguntas del tipo: ¿Y tú de quien eres?. En el pueblo no existía el tiempo, era como si se detuviera; los niños pasábamos todo el dia jugando a la pelota o montando en mi querida bicicleta roja. Sí, hace poco ella apareció en un pajar, estaba sucia, vieja y rota; seguramente alguien se acordó que un dia montado en ella hubo un niño que recorría feliz las calles de aquel pueblo y tuvo el detalle de devolvérmela. ¡Cuántos recuerdos!:…era el dia de Reyes cuando me la trajeron, no he sentido en mi vida emoción más intensa que la de aquella mañana de enero cuando la encontré en el salón de mi casa. Mi hermosa bicicleta roja, con sus dos robustas y blancas ruedas, con sus frenos de disco y con su banderita de España en el guardabarros delantero. Era la envidia de los niños, era tan hermosa, tan linda.!!Cuántos caminos recorridos!!Cuántos sueños compartidos!.Recuerdo bien cuando aprendí a montar sin ruedines, ¡que sensación más extraordinaria de libertad bajando aquella empinada cuesta!…Y después, cansados de tanta bicicleta, ya de noche en el verano, al arrullo de la chicharra y bajo un cielo estrellado, la gente del pueblo tenía por costumbre reunirse en hamacas y sillas a la puerta de sus casas al fresco para charlar despaciosos, eran una especie de tertulias familiares de verano. Me encantaba escuchar como hablaban los mayores, la música de aquellas palabras aún resuena en mis oidos , de vez en cuando aparecía alguna palabra rara, cuyo significado desconocía y !zás!, ahí estaba yo dispuesto a preguntar. Luego me aficioné a apuntarlas en un cuaderno, palabras como: taramero, calambuco, jarapales…Poco a poco fui descubriendo sus significados y desvelando el misterio que escondían. Aquellas tertulias bajo el manto de un hermoso cielo estrellado, acurrucado en los brazos de mi madre…Me encantaba también escuchar las hermosas historias que me contaban mis abuelos, cuentos como “Garbancito”,”Caperucita roja”… era como si realmente yo estuviera allí, como si fuera uno más de los personajes protagonistas de aquellos cuentos llenos de dulzura. Es muy bonita la relación que existe entre el niño y sus abuelos, siempre enriquecedora. Seguí tiempo después con la costumbre de buscar palabras raras en el diccionario aprendiendo así nuevos significados y empecé mis primeras lecturas en casa de mamá que pertenecía al “Circulo de Lectores” y había comprado algunos libros con los que entretener el tiempo, así fui descubriendo poco a poco el placer de la lectura. Se trataba de varios tomos que pronto fueron “devorados”, de manera que había que buscar nuevas fuentes con las que “alimentarse”. Fue así como visité, por vez primera, la Biblioteca Municipal; era un edificio viejo y desvencijado pero con un montón de estantes repletos de libros de toda clase y condición, allí reinaba un respetuoso y mágico silencio como de misa que hacia las delicias de mi vocación lectora. Fue entonces cuando tomé por costumbre, en lugar de apuntar palabras, anotar los textos que iba leyendo dia tras dia. Cuantas horas de felicidad en aquellos espacios sagrados del conocimiento. Y así, entre horas de estudio en el Instituto y la biblioteca fue pasando mi tiempo hasta que por fin llegó el momento de elegir carrera universitaria; yo tenía por entonces dieciocho años y quería ser periodista, pero había que irse a Madrid y eso suponía un gran esfuerzo económico para mi familia y además había una segunda parte: tenía miedo al fracaso. Estaba decidido, haría una carrera más corta y en mi ciudad natal, Madrid para los madrileños. Sería maestro. De manera que me preparé a conciencia y durante tres años estuve batallando con libros y apuntes, me gustaba estudiar y eso es siempre una ventajilla en el trabajo del estudiante, saqué buenas notas merecidas por mi esfuerzo, pero lo realmente duro vino después: había que opositar para sacar plaza. Fueron años realmente difíciles, y digo años porque tuve que dedicarle mucho tiempo, muchas lecturas y muchos esfuerzos hasta que por fin un dia ví la luz tras el túnel y aprobé las oposiciones; me hice funcionario. Ahora vivo en Coria, a orillas del Alagón, donde trabajo como maestro de Educación Física para el C .P. Camilo Hernández, con eso me gano la vida pero…¿Qué hacer con tantas palabras?¿Para qué ha servido tanto esfuerzo?.Sólo se me ocurre una cosa: devolverlas al lugar de donde proceden: a los cuentos, a las historias, a las novelas, a las poesías …Por eso ahora estoy empezando a recorrer un camino un tanto nuevo para mí, que sin duda tiene dificultades y obstáculos, confío que con vuestra ayuda podré andarlo con éxito. Por eso ahora entiendo mi destino, es como si todo en mi vida se hubiera encaminado desde pequeño para hacerme contador de historias: escritor. Ahora tengo tiempo para escribir, para fabricar bellas historias; mis maletas están repletas de palabras, de ideas, de argumentos con los que construirlas. Solo necesito poner un poquito de orden en todo este caos, para ello seguiré estudiando y practicando pues sólo se mejora aquello que se practica sin descanso. No espero premios ni recompensas, sólo deseo ser leído, que mis palabras interesen, mover algunas conciencias y dar lo que yo recibí siempre con satisfacción y generosidad. Es ya hora de dejar de pedalear y bajarse de la bicicleta; de empezar a caminar por una ruta nueva , inexplorada y por la que desde siempre, desde que fui niño, me sentí atraído sin saber muy bien la razón, quizá caprichos del Destino. Es hora de responder a la pregunta que siempre los adultos solemos hacer a los niños: y tú, ¿Qué quieres ser de mayor?

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