Cada vez que hay una competición
deportiva, o simplemente observando antiguas representaciones de
ganadores, siempre hay algo en común: una corona de laurel
en la cabeza del vencedor. La mitología griega
tiene una explicación para éste hecho. Curiosamente, tiene su
origen en una desdichada historia de amor.
Apolo, hijo de
Zeus y Leto, era considerado como el dios de la música, de la
poesía, de la luz e incluso de las artes adivinatorias. A lo largo
de su existencia había tenido numerosos romances
tanto con mortales como con ninfas y diosas.
Un día se atrevió a reírse
de Eros, más conocido como Cupido, que se
encontraba practicando con su arco. Éste, al sentirse humillado
por el arrogante dios, decidió darle una lección. Cuando
Apolo se encontraba en el bosque cazando, vio a lo
lejos una hermosa joven llamada Dafne, que en
realidad era una ninfa.
Eros
decidió aprovechar el momento y disparó dos flechas.
La que disparó a Apolo era de oro, lo que producía
un apasionado amor. Sin embargo, a Dafne le
disparó una flecha de plomo, cuyo efecto era exactamente el
contrario, sentir odio y repulsión hacia el dios
que se había enamorado de ella.
Apolo entonces decidió perseguir
a Dafne allá donde fuera hasta conseguir su amor, pero
Dafne, bajo los efectos de la flecha de plomo, huía como
podía de él. Al llegar al río Peneo,
Dafne, cansada de tanta huida y justo cuando ya Apolo lograba
alcanzarla, pidió ayuda a su padre, que no era otro
que el dios del río. Éste, teniendo compasión por su hija, decidió
hacer lo único que podía salvarla: la convirtió en un
árbol, el laurel.
Cuando Apolo al fin la
alcanzaba, vio cómo los miembros de su amada iban
quedándose rígidos, sus brazos se convertían en ramas, sus
pies echaban raíces y sus cabellos se iban convirtiendo
poco a poco en hojas hasta que su cabeza se convirtió en la
copa de un precioso árbol.
Afectado por lo que acababa de
suceder y pensando en cuánto la amaba, prometió que ella
sería su árbol, el que le representara siempre. De esa
manera, sus hojas adornarían su cabeza y la de
aquellos guerreros, atletas, poetas o cantores que triunfaran,
convirtiéndose en símbolo de triunfo y victoria.
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